En los confines calientes del vestuario, un grupo de adolescentes traviesas se entregaron a una orgía salvaje bajo la atenta mirada de su estricto jefe, el presidente Oaks.Esto no era solo un encuentro sexual ordinario; era un castigo para un becario rompedor de reglas, una joven virgen atrapada en el acto de fechoría.El jefe, una figura de autoridad grave pero irresistible, decidió enseñarle al joven becario una lección de disciplina.Cuando las adolescentes cachondas obedecieron ansiosamente, el ambiente se calentó, y pronto, la habitación se llenó con los sonidos de gemidos apasionados y el mocoso de cuerpos en el suelo.El jefe , siempre la fuerza dominante, tomó el control, sus manos experimentadas guiando a las adolescentes inexpertas en el arte del placer.La escena era una mezcla de inocencia y deseo crudo, sin adulterar, un testimonio de la dinámica de poder que puede surgir en entornos tan íntimos.