En un movimiento audaz, decidí afirmar mi dominio sobre mi hijastra, que había estado empujando los límites de su comportamiento travieso.La até a una viga, su cuerpo se retorcía anticipando el placer que se avecinaba.La amordacé, silenciando sus gemidos de éxtasis mientras azotaba su culo redondo, cada golpe enviando olas de placer a través de su cuerpo.Tomé el control, ahogándola suavemente, su respiración palpitaba con cada embestida.Su sumisión era innegable, su placer palpable.Seguí dominandola, mis manos explorando cada centímetro de su cuerpo, atándola con fuerza.La vista de su atadura e indefensa era un espectáculo para contemplar.Cuando llegué a mi clímax, solté mi carga, cubriéndola en mi esencia.La vista, atada y sumisa, era un espectáculo que sería grabado en mi mente para siempre.Esta era una escena de placer extremo, un testimonio del arte de BDSM.